Los mandamientos de la Iglesia se refieren a las principales obligaciones de un católico
respecto de su vida de sacramentos y la estructura eclesial. En un
sentido amplio, se puede entender por tales a todas las leyes
eclesiásticas; pero en un sentido más estricto y teológico se consideran
mandamientos de la Iglesia «aquellos preceptos eclesiásticos que
obligan a todos los fieles cristianos y que fueron dictados para mejor
guardar los divinos».
Son cinco:
El primer mandamiento (oír misa entera los domingos y fiestas de precepto) exige a los fieles participar en la celebración eucarística, en la que se reúne la
comunidad cristiana, el día en que conmemora la Resurrección del Señor,
y en aquellas principales fiestas litúrgicas que conmemoran los
misterios del Señor, la Virgen María y los santos.
El segundo mandamiento (confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar) asegura la preparación para
la Eucaristía mediante la recepción del sacramento de la
Reconciliación, que continúa la obra de conversión y de perdón del
Bautismo.
El tercer mandamiento (comulgar por Pascua de Resurrección) garantiza un mínimo en la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor en relación con el tiempo de Pascua, origen y centro de la liturgia cristiana.
El cuarto mandamiento (ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia) asegura los tiempos de ascesis y de penitencia que nos preparan para las fiestas litúrgicas; contribuyen a hacernos adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón.
El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades) señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a las necesidades materiales de la Iglesia.
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